"Un alumno es más que lo que dicen de él sus padres y profesores. Si le damos la posibilidad de decir lo que le pasa, sabremos cómo está viviendo esos malos resultados", recomienda Juan Ignacio Fernández, profesor de Psicología de la escuela universitaria San Pablo-Ceu de Vigo.
Revisar qué se ha hecho y cómo se ha hecho.
Reconocer los errores.
Hablar con el alumno para reflexionar sobre los fallos cometidos.
Volver a empezar desde el principio, ofreciendo la posibilidad de subsanar los errores cometidos.
"No fiarse del mal estudiante: hay que hablar con los profesores, controlar las tareas, recurrir a expertos cuando sea necesario e imponer disciplina", aconseja Bernabé Tierno.
Estar atento a los malos hábitos. Cerca del 45% de las familias no perciben el riesgo en el elevado número de horas que los niños pasan viendo la televisión.
A veces resulta necesario que uno de los padres se quede en casa por las tardes para controlar a ese niño que da problemas.
Obligar a un tiempo de estudio de refuerzo, pero con el objetivo de que ese esfuerzo sea para que el alumno disfrute y encuentre sentido a lo que aprende, para lo que hay que conectar el estudio con sus intereses.
Mimar su autoestima.
No sentirse fracasados como progenitores. Ser padre es más que ayudar a un hijo a sacar buenas notas.
Si el tema genera ansiedad al estudiante o a la familia, recurrir a un especialista.